Ha pasado la aduana sin contratiempos, después de todo no parece narcotraficante, acaso un pequeño burgués venido a menos. Es momento de encontrar un taxi, no le sorprende ni le acongoja que no haya venido nadie a buscarlo; después de todo, nadie sabía que venía, tal vez alguno lo habría adivinado pero no es importante. Recuerda que llega vencido, y al derrotado sólo le esperan los acreedores, mejor que no haya nadie. Un taxi hacia la única dirección que recuerda, no es su casa, es un hotel de paso cuya historia guardará para mejor ocasión.
Se encuentra de nuevo con su ciudad pero no le sorprende, nada importante ha cambiado. Es el mismo tráfico, las mismas calles, algunos baches más y al final, la misma mierda, como casi todas las ciudades. No es que sea ingrato pues aún le tiene cariño pero es que últimamente todo le parece mierda, casi todo. Justo ayer logró maravillarse ante la alegría de una niña con sus tenis nuevos, con lucecitas, la observó y se alegró con ella durante treinta minutos y sólo se detuvo por miedo a ser juzgado como potencial pederasta.
Está en casa, o en el hotel de paso que harás las veces de su casa. Tampoco es que le apure, en peores lugares se ha quedado y aquí por lo menos tiene buenos recuerdos. Sólo recuerda tres números telefónicos y espera que no hayan cambiado. Su casa, un amigo y Luz. LLama a casa esperando que no le contesten, sólo quiere dejar un mensaje en la contestadora y darles tiempo para asimilar su llegada, tal vez estén de viaje y no lo escucharán hasta el domingo. Decide entonces llamar a su amigo, tal vez puedan encontrarse para tomar una cerveza, mejor unas quince, pero el amigo se encuentra en la oficina y no está disponible, claro, si son horas hábiles y él es el único pendejo que no tiene ocupación. Es un desempleado por convicción, a los ojos de muchos un zángano, pero él no lo cree así, sólo cree haber tomado un camino distinto, detesta la idea de encontrar el sentido de la vida a través del trabajo. Trabajar para ganar dinero, para comprar una casa, para casarse y tener hijos y para morir de viejos, con dinero, con esposa y con hijos pero igual de solos y miserables que el resto.
Sólo le queda llamar a Luz pero preferiría llamarla estando borracho. No hay tiempo, además no piensa quedarse en un cuarto obscuro y deprimente que sólo está pensado para parejas mientras él está solo. Si tan solo se acordara de los números de sus amigas, seguro alguna estaría contenta de verle y harían buen uso de dicha locación. O quizá no, es posible que a estas alturas ya estén casadas o comprometidas o, peor, que ni se acuerden de él. Llama a Luz y esta contesta con la extrañeza que le caracteriza, como si le diera miedo contestar el teléfono, como si esperara escuchar la próxima noticia que le tirara el mundo. Su llamada la ha sorprendido, está alterada y genuinamente emocionada, casi puede escuchar las lágrimas de alegría resbalando por sus redondeadas mejillas. Es la mejor parte de su día, de su mes, de su año, él cree.
Han quedado de verse aquí, en un bar nuevo, al menos para él, en la nueva zona floreciente de la ciudad. Él hubiera preferido ir a algún lugar que les trajera buenos recuerdos, donde se sintieran más cómodos y él no se sintiera como extranjero. Hizo lo mejor que pudo por arreglarse, ponerse guapo para ella, para pasar juntos la primera noche del resto de sus vidas. Que nadie sienta lástima por el tipo, ha vuelto como un auténtico triunfador, suficiente dinero y prestigio después de años de trabajo. Aunque él, está claro, se siente en el fondo un perfecto fracaso, un derrotado. Ella llega tarde, como siempre, y a él no le molesta, le dio tiempo de tomar valor a fuerza de varios tragos. El saludo es apenas protocolario, un largo abrazo, un corto beso en la mejilla y una sincera sonrisa. Para el espectador casual parece que se ha perdido la chispa pero habrá que observar más de cerca, en el vientre de ambos se forja una hoguera que el orgullo pretende sofocar. Pasan un par de horas y varios tragos poniéndose al día, intercambiando historias y chismes. Nada importante, piensan ambos. Mientras él espera que la noche sea eterna, que se pasen la vida entera contando banalidades, cuando está con ella no se siente condenado. Una vieja canción le abre la puerta y él toma su mano y muy pronto se están besando, un beso arrepentido, conciliador, como si nunca hubiera partido. Un beso como una puerta, una esperanza, como la hoguera que ahora arde triunfante mientras los consume.
Pasan la noche juntos, como tantas noches pasaron antes, como tantas noches ambos soñaron volver a pasar. Él la ama y ella lo ama de vuelta, al menos por esta noche. Borrachos y decadentes se olvidan del mundo que los obligó a separarse, se funden en el reencuentro y se pierden el uno en el otro, susurrando, convencidos del amor que se profesan pero temerosos de estropearlo. Nada podrá separarlos, nada más que la muerte. Pero la muerte llega pronto, con la mañana.
No estaban solos, alguien estuvo ahí toda la noche, acompañando, observando y juzgando la sublime decadencia. La presencia no es física pero ahí se encuentra. Ella se tiene que marchar en cuanto despierta. Se ha enamorado, se ha comprometido y alguien le espera. Como un martillo les cae el mundo encima, él no lo entiende, no lo quiere entender. Luz lo ama, él lo sabe y trata de explicarlo. Pero ella tiene que volver al mundo, el mismo mundo en el que él una vez la abandonó a su suerte. No tiene rencor, siempre le amará pero se ha conformado. Él se enciende en un grito furioso, se siente engañado, traicionado, confundido. La toma con fuerza mientras le explica que es su destino estar juntos, por ella volvió y por ella pretende quedarse, a ser como el resto, lo que sea con tal de estar con ella. No pueden contener el llanto, ella por la despedida, él por las noches futuras muertas. Era él, el otro, quien estuvo ahí toda la noche, permitiendo un último arrebato, la última llama de la hoguera que hoy se extingue, una noche por una vida.Él está sollozando, hoy más que nunca condenado, vencido, derrotado. El mundo los separa de nuevo y por última vez mientras ella se marcha llorando.